Hacía mucho tiempo que no escribía en el blog. No me entretendré en excusas huecas.
Este blog empezó como un intento de descifrar las
estructuras emocionales que causan las enfermedades (en mi caso,
averiguar qué concatenación de acontecimientos me trajeron a la
vivencia de la fibromialgia y el Síndrome de fatiga crónica). La
idea era aportar optimismo y, sobre todo, la certeza de que se puede
salir adelante minimizando los síntomas e incluso eliminándolos por
completo si pasábamos del victimismo y la impotencia a la
posibilidad de que otras vías son posibles.
No he escrito durante un tiempo porque me sentía
incapaz de aportar esa dosis de fe en el cambio. Pero ahora, tras una
profunda reflexión, siento que el optimismo forzado no es más que
una máscara y que desde la Verdad de lo que uno siente (incluidas
las emociones negativas) también puedo ofrecer información
relevante para la sanación de las personas.
Si solo escribiese cuando siento optimismo estaría
tratando al lector como a un estúpido necesitado de que le afirmen
que todo va a ir bien, convirtiéndome así en un producto de venta
sanadora similar a un ansiolítico del que dependan los demás.
No; no siempre creo que la sanación es posible (muchas
veces pierdo la fe), pero dejo la puerta abierta a la posibilidad,
esa puerta nunca la he cerrado. La confianza en que todo es posible
no la he perdido jamás, aunque el ruido que mi mente genera, muchas
veces no me deja vislumbrar la puerta para poder atravesarla.
Llegados a este punto tenía que tomar decisiones.
¿Cómo puedo disminuir el ruido que me paraliza?-me
pregunté.
La respuesta me vino enseguida: eliminando situaciones
inútiles en mi vida que me obligan a estar atento a cosas externas a
mi propia sanación.
Hice una revisión de en cuántas redes sociales andaba
metido y me sorprendí. Facebook, Pinterest, Instagram, Linkedin,
Apalabrados, Preguntados, además de gestionar dos blogs, atender al
correo electrónico, a las llamadas de móvil, de fijo y de abrir al
cartero cuando llamaba a mi puerta. Me pareció una locura total y
fui tajante, tal vez impulsivo: me dí de baja en todas las redes
sociales.
Por un momento me invadió una sensación de vértigo,
pero apenas duró unas horas. Enseguida la inquietud se transformó
en una sensación de bienestar y, sobre todo, de liberación. Ya no
tenía que contestar los mensajes de tanta gente, ni decir en público
que me gusta tal o cual evento, ni aceptar solicitudes de amistad de
personas que no había visto en mi vida (en Facebook llegué a tener
1200 “amigos”, una verdadera locura).
Desde hace 48 horas el tiempo que dedicaba a atender
eventos absurdos lo invierto en escuchar a Bach, en leer artículos
que estimulan mis ganas de desarrollar mi propio proyecto de sanación
y en escribir artículos como éste.
¿Estoy sugiriendo que todo aquel que busque una vida
más sana y feliz ha de cortar sus vínculos en las redes sociales?:
NO.
Estoy contando, con toda sencillez y humildad, lo que yo
he decidido hacer y que, de momento, me está sentando bien.
Si alguien tiene la sospecha de que también le puede
ayudar el perder menos tiempo en esos vínculos, le animo a hacerlo,
le animo a atravesar ese pequeño vértigo para alcanzar, cuanto
menos, un espacio de tiempo que antes tenía invadido por otras
situaciones.
Creo que la vida es más alegre, y consecuentemente más
saludable, si tenemos un propósito. Si el propósito es sanarse uno
mismo y echar una mano a los demás en su camino, la alegría se
multiplica. Para acercarme de nuevo a ese propósito, una de las
técnicas que he aplicado ha sido la de eliminar ruido innecesario.
Si crees que a ti también te puede ayudar, te animo a que des el
salto. Fuera del ruido hay una vida espectacular esperándote.
Buen viaje.